Verano by Brian W. Aldiss

Verano by Brian W. Aldiss

autor:Brian W. Aldiss [Aldiss, Brian W.]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2003-03-31T22:00:00+00:00


XIII - UN CAMINO HACIA UN ARMAMENTO SUPERIOR

El año pequeño avanzaba, aunque los efectos estacionales eran virtualmente borrados por la gran inundación del verano de Freyr. La Iglesia celebraba sus días especiales. Los volcanes estaban en erupción. Los soles giraban sobre las dobladas espaldas de los campesinos.

El rey JandolAnganol enflaquecía esperando que llegara su declaración de divorcio. Planeaba una nueva campaña en el Cosgatt para derrotar a Darvlish y recuperar en cierta medida su popularidad. Disfrazaba su angustia interior con una constante actividad nerviosa. Yuli, su runt, lo seguía a todas partes, junto con otras sombras que se desvanecían apenas el rey volvía hacia ellas su mirada de águila.

JandolAnganol rezó sus oraciones, se hizo flagelar por su vicario, se bañó y vistió, y salió al patio del palacio donde se encontraban los establos de los hoxneys. Llevaba puestos un rico keedrant con figuras de animales bordadas en él, pantalones de seda y altas botas de piel. Ceñía sobre el keedrant una coraza de cuero con adornos de plata.

Lapwing, su hoxney favorita, ya estaba ensillada. Montó en ella. Yuli corrió, llamándolo padre; JandolAnganol alzó a la criatura e hizo que se instalara detrás de él. Salieron al trote hacia el ondulado parque situado fuera del palacio. Un destacamento de la Primera Guardia Phagor acompañaba al rey a distancia respetuosa; en esos peligrosos tiempos, JandolAnganol depositaba en ella más confianza que nunca.

Sintió el aire tibio en sus mejillas. Respiró profundamente. Todo estaba empolvado de gris en honor del distante Rustyjonnik.

—Hoy habrá dizzpadoz —dijo Yuli.

—Sí, disparos.

En un valle donde los brassims elevaban sus hojas correosas había un blanco. Varios hombres de ropas oscuras hacían afanosos preparativos. Se quedaron inmóviles cuando llegó el rey, corroborando de ese modo que su sola presencia era capaz de congelar la sangre de sus súbditos. La Guardia Phagor se acercó silenciosamente y formó en línea, bloqueando la entrada del valle.

Yuli saltó de Lapwing y echó a correr de un lado a otro, indiferente a la situación. JandolAnganol permaneció en la montura, con el ceño amenazante, como si tuviese también el poder de congelarse a sí mismo.

Una de las figuras inmóviles se adelantó, dirigiéndole un saludo. Era un hombre pequeño y delgado de fisonomía poco corriente, que vestía la áspera indumentaria de arpillera de su profesión.

Se llamaba SlanjivalIptrekira. Ese nombre sonaba grosero y divertido. Quizás a causa de ese inconveniente, SlanjivalIptrekira ostentaba a su edad mediana unas vigorosas patillas, reforzadas por un vello en sus orejas digno de un phagor. Esto daba a su rostro amable cierta ferocidad, y lo hacía, además, más ancho que alto.

Se mordió los labios con gesto nervioso mientras sostenía la mirada de halcón del soberano. Su inquietud no era ocasionada por las implicaciones de su nombre, sino por el hecho de que era armero real y jefe de la Corporación de Herreros. Y porque seis arcabuces construidos bajo su dirección y copiados de una pieza de artillería sibornalesa serían puestos a prueba de inmediato.

Ésta era la segunda demostración. Seis prototipos anteriores, probados medio décimo antes, se habían negado a funcionar.



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